Se abren ventanas, se vislumbran nuevos caminos. Hoy miro nuevamente hacia el horizonte para atravesarlo con mi fuerza. Una vez más, tras perderme en la inmesidad de la red, me encuentro. Y me encuentro para siempre. En frende de mi, la niebla y Es Vedrá, que despide a su sol esta vez casi oculto por un manto blanco de incógnita.
A este atardecer, que va cayendo a cada minuto más y más rápidamente, le regalo un adiós. El Hola va para la noche y para la luna, que empezará a crecer poco a poco como este blog que en el crepúsculo retomo. Quién sabe hasta cuando, quién sabe cómo. En vedrà, eso no importa.