jueves, 28 de febrero de 2013

Rumbo a ninguna parte





Pasando sin mirar
andando sin ver
corremos sin rumbo
rumbo a ninguna parte.

Minuto en el atardecer
momentos sin nada que hacer
volviendo el mundo a enrojecer
por ver tu sonrisa crecer.

El Callejón no tiene salida, el callejón no lleva a ninguna parte. El callejón me para en su medio para dejar que le obserbe, su luz y su sombra, su estrecho y su ancho, su eterno equilibrio. Lucen las luces apagadas pues el sol ilumina el día, luces que luces más cansadas que no terminan hoy su poesía. Enciéndeme un suspiro, apágame en grito. Descríbeme el infinito y pinta de azul el bosque perdido. En el mar se pierde mi vista, en mi vista el mar aparece. Descendiendo y ascendiendo, suave brisa, enloqueciendo sin prisa.

lunes, 25 de febrero de 2013

De donde vengo

Como una gota cayendo al mar,
en un reflejo, dentro de mi, sal.
De adentro vengo
y por venas entro.
Acariciando suelto, muy suelto
y volviendo al centro del equilibrio,
de donde soy.

Como una gota cayendo al mar,
salgo de dentro, de dentro, sal.
De mis adentros, en mi estallar
expando el cuerpo,
y exalta el azar
Inquieto el cielo, de donde vengo
a donde voy.
A donde soy, en donde estoy
A donde quiero, en donde voy
A donde dudas no existen más
A donde quiero cayendo al mar.
En donde el sueño no duerme más
En donde el hada echa a volar...

viernes, 15 de febrero de 2013

Freedom

Subiendo y en ascensión. Hacia delante y con decisión.
Continuando en el juego, bailándole al fuego.

Camino entre deseos, abriendome al ego.
Cerrando miedos, acallando los credos.

Subiendo y con atención. hacia delante y en situación.
Seguimos en el medio, cantando sin miedos.

Buscando la libertad, encontrando la agilidad. Freedom. Aquí está.

lunes, 4 de febrero de 2013

La fábrica del olvido



Desmontaba su futuro tirando por la borda todo lo que encontraba, se olvidaba de que las puertas servían también para abrirse, dejó de utilizar su termo para calentar y empezó a quemar toda madera en la chimenea, llenándose todo de un humo espeso y oscuro que pronto hizo desvancer todo lo construido. Mientras tiraba los restos de caña, que al azar elegía, intentaba buscar un recuerdo de color rojo con el sonido de fondo del bambú rodando por el suelo. Destruía hasta los marcos de las puertas, pues no había ya entradas ni salidas, tan sólo un pasillo sin final. Y fuera, el suelo se perdía entre la mierda, mierda que un día fue parte de una casa que con sutileza, veía pasar día tras día, a miles de personas, llendo y viniendo. Andando y corriendo. Riendo o hablando. Ahora, sólo quedan escombros y alguna que otra libreta con su firma. La firma de la casa.
En la esquina, unas balanzas abandonadas hacen balance de las grandes pérdidas habidas. Dan señal de lo que fue y ya no es. Las estructuras de la salas de almazenaje llacen carcomidas sosteniendo al aire, mientras en la cámara refrigeradora se acumula el calor del olvido. Ahora, muebles abandonados acumulan polvo y las tapas de un producto que ya no se fabricará más esperan al vacío en cajas amontonadas. Ya no hay actividad entre estas paredes. Ya nadie utiliza ese ascensor, las enredaderas son las únicas que suben al segundo nivel. No hay  más subidas, no hay bajadas. La linea de teléfono fue cortada. El número, ya nadie recuerda cuál fue el número de teléfono. Ya nada volverá a sonar entre estas paredes. Ya nada más que el olvido habita esta fábrica, la fábrica del olvido.

Ofrenda a la naturaleza

Viento, sol y nieve.

      y silencios deseados en caminos alborotados.


Descansos de la ciudad,



      y respiros de pureza.