jueves, 29 de marzo de 2012


Ondeaba al viento su rizada melena mientras esperaba mirando al infinito vislumbrar entre las agitadas olas, al que ella llamaba, su mejor compañia. Esperaba sentada entre rocas moldeadas por la fuerza del agua en tiempos remotos. Siempre regresaba a la misma hora. Y cada día de cada semana ella bajaba quinze minutos antes por si casualmente se adelantaba. Cogía su toalla, y en el mismo lugar la extendía luchando contra el viento para después relajarse encima de ella y dejarse acariciar por la brisa de las cuatro de la tarde. Había preparado té. Siempre preparaba te.

No hay comentarios: