jueves, 30 de mayo de 2013

Espléndida

  Me desperté un domingo por la mañana, bien pronto, con el sol que rozaba la almohada de mi cama. Me puse las zapatillas y fui a la cocina. Hacía un día espléndido y me sentía espléndida. Miré por la ventana de cortinas a topos que tanto me gustaba, aquella que mientras fregaba me ayudaba a rascar el quemado pegado a la olla de flores, aquella que me hacía más llevadero el aclarar de las dudas y el escurrir lo negativo. Tan sólo me hacía falta mirar por esa ventana y prenderme del mundo que a través de ella se ve. Un anciano pasar, un coche aparcar, un árbol bailar o un cielo cantar. Sólo me hacía falta mirar por la ventana, aquella espléndida ventana.

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